Gracias al aislante colocado en el lado interior de la fachada, se protege el edificio de forma continua y homogénea, evitándose los puentes térmicos y reduciéndose la oscilación térmica sobre los cerramientos y estructura.
El índice de aislamiento acústico se ve incrementado entre 5-10 dB(A) al incorporar un aislante por el exterior.
El hecho de intercalar una cámara de aire ventilada entre el revestimiento exterior y las capas interiores de la fachada asegura la mejor estanqueidad frente al agua de lluvia.
Al proteger todo el cerramiento con un aislante transpirable, evitamos que el vapor de agua contenido en el aire alcance superficies suficientemente frías como para condensar, consiguiendo la desaparición de humedades en el interior.
Disminución notable del deterioro a lo largo del tiempo, por lo tanto menos gasto en reparaciones. Reducción de los costes de mantenimiento. Incremento del valor del patrimonio del inmueble.
Mejora la apariencia exterior del edificio. Corrige errores de falta de planeidad. No reduce la superficie interior. Frente a las fachadas amorteradas, elimina el riesgo de que aparezcan humedades y eflorescencias en la piedra, incrementando el valor del inmueble.